EL PROYECTO EN POCAS PALABRAS


Huertas ha habido siempre y en todas partes, incluso en esta ciudad. Hay huertas de particulares, huertas de grupos religiosos, de agrupaciones sociales, de escuelas, de cooperativas de trabajo, etc. Lo que queremos intentar hacer de nuevo con este proyecto es lograr que los beneficios de una huerta nos lleguen a la mayoría de los habitantes de la ciudad, que no sea de ningún dueño particular, y que la podamos disfrutar y sentir como “Nuestra Huerta”, es decir, de todos. Para eso debemos ser algo ingeniosos y prácticos a la vez, para sortear algunos desafíos. Por ejemplo si la huerta está lejos, muy pocas personas van a poder ir. Así que tiene que estar cerca, es decir ser “accesible”. Si la huerta no se ve, porque está detrás de un paredón o en el fondo de una casa, por muy céntrica que esté ubicada nadie va a poder conocerla, por eso debe ser también “visible”. Si queremos que puedan participar muchas personas no puede ser apenas un rinconcito verde, debe tener un “tamaño razonable”. Por otra parte, si la huerta está descuidada y fea o la gente que nos recibe tiene mala cara, nadie va a querer ir; así que debe ser linda, atractiva, simpática y feliz. Así que, hasta ahora, casi podríamos pensar en la huerta como en una plaza de las que conocemos, llena de niños y toda clase de personas jugando y disfrutando. Pero como es una huerta, queremos producir alimentos, y para eso, tenemos que sembrar plantas y hortalizas que deben crecer bien y por eso deberemos “aprender” algunas cosas sobre plantas y naturaleza, así las podremos cuidar como necesitan. Si queremos además que las verduras sean sanas y ricas debemos cuidarlas sin químicos artificiales ni venenos y por eso diremos que es “orgánica”. ¿Y cómo nos organizamos? Si todos fuéramos a la huerta cuando quisiéramos y sembrásemos en cualquier lugar y después cuando está crecida la verdura nos llevamos lo que se nos da la gana, tal vez podría funcionar un tiempo, pero si no compartimos todos los mismos valores, más temprano que tarde sería un caos, muchas personas se podrían enojar y no vendrían más. Como no podemos ni queremos obligar a nadie a ir a la huerta la misma cantidad de horas para llevarse todos todas la misma cantidad de verduras, hay que buscar algún método que nos permita armonizar esas diferencias que todos tenemos, de necesidades y posibilidades de participación. Una buena regla sería “el que más trabaja más se lleva”, pero para eso alguien debería medir o controlar ese tiempo. Fue así que nació la idea de imaginarnos tres niveles de participación: como simpatizantes, como trabajadores y como coordinadores.  Y es respondiendo a este tipo de cuestiones que fuimos ideando y diseñando un sistema de organización lo más simple posible pero que pudiera responder a la mayor cantidad de esas preguntas de sentido común, “¿qué pasa si…?” de manera que nadie sienta que se está haciendo alguna injusticia. Igual todos están invitados a participar, a trabajar y a mejorar el sistema con sus propias ideas. En resumen, lo que queremos es un lugar bello, donde obtener alimentos saludables, mientras disfrutamos trabajando, porque es realmente un trabajo lindo de hacerse, al aire libre y lleno de cosas para aprender sobre la naturaleza y la comunidad, y además, ayudándonos y compartiendo las tareas podremos tomar mate, cantar canciones ¡y hasta hacer nuevos amigos! ¡Bienvenidos a “nuestra huerta”!

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